viernes, 28 de diciembre de 2018

40 años de Constitución española


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40 años de Constitución española
05 de noviembre de 2018

El 6 de diciembre de 1978 el pueblo votó en referéndum la actual Constitución, que es el ordenamiento político más duradero de la historia reciente de España, salvo el de la Restauración canovista. Es más: aquella vieja Constitución de 1876 era un instrumento torpe y ambiguo que demostró servir mal en un país que quisiese ser moderno, mientras que el texto de 1978 ha permitido que los españoles estén al mismo nivel que el resto de los europeos en todos los terrenos, también en el político.

De entre todas las características de la Constitución que en estas fechas se recuerdan y se ensalzan, podemos mencionar las libertades y derechos que reconoce, con una amplitud sin precedentes en nuestro país, o la articulación institucional y territorial del Estado, que al menos sobre el papel posee un equilibrio admirable. Pero hay un aspecto que no se suele mencionar con toda la importancia que tiene: la Constitución es una garantía permanente de estabilidad.

Otras constituciones, españolas o extranjeras, fueron diseñadas para un momento concreto de la historia, y al cambiar las circunstancias tuvieron que cambiar o que ser derogadas. La Constitución de 1978, en cambio, define un ámbito de convivencia sin límite temporal, y en efecto nada se opone a que España siga sirviéndose de esta Ley Fundamental durante mucho tiempo más, lo que en sí mismo es un hecho casi sin precedentes.

La estabilidad de fondo del sistema, que es probablemente su mayor virtud en un país que tiende a ser convulso y apasionado, descansa sobre tres pilares: la soberanía del pueblo español, la unidad nacional (España patria común e indivisible) y la adaptabilidad de todo lo demás a las necesidades reales y tangibles. España es una nación, y el pueblo es la única garantía de legitimidad; todo lo demás puede cambiar, al servicio de los valores nacionales, siguiendo un praxis democrática que nadie discute.

Incluso los aspectos de nuestro régimen político que más problemas han creado (como las autonomías, la constitucionalización de los partidos o la desmovilización política de la sociedad) tienen soluciones en el mismo texto, si se recuerda el espíritu de ese eje medular de la Carta. El futuro, en lo bueno y en lo malo, pertenece al pueblo español, y cualquier futuro de justicia, paz y libertad puede plasmarse a través de la Constitución. Ésta puede interpretarse sólo teniendo en cuenta lo que en ella hay de irrenunciable (Soberanía del pueblo español, Nación española y Reformismo). Que nadie escuche, pues, cantos de sirena, ni acuda a insólitos “diálogos” antidemocráticos, porque fuera de la Constitución y de sus principios esenciales no hay ni paz, ni libertad, ni justicia, sino un retorno sombrío a la división entre los españoles.

El resurgir de la derecha social

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El resurgir de la derecha social
29 de octubre de 2018
Hay una derecha social, que poco tiene que ver con la España del dinero –si hay una “derecha económica”, votaba a Zapatero o a Sánchez, estaba a gusto con Rajoy-Soraya y los Pujol, y desayuna en el Ritz con Pablo Iglesias-.

Ajena a ese centro conformista aterrorizado por las encuestas, hay una derecha que transgrede y que sorprende, que tiene en su seno todo y lo contrario de todo; que es capaz de ser feminista y sobre todo femenina, que es a la vez religiosa y laica, tradicional y revolucionaria; capaz de ganar en Carabanchel y en los conventos de clausura. Un magma revolucionario en política, en sociedad, en cultura y en economía, que cuando sale de casa y se une da más miedo a cierto PP que al PSOE; quizá por eso hubo quien prefería perder las elecciones que aceptar una derecha de principios.

Esa derecha empezó nuevamente a salir a la calle en la revolución de los balcones con la bandera de España después del golpe de estado en Cataluña, y pudimos ver a esa derecha social nítidamente en el mitin de VOX en Vista Alegre, sin complejos, sin remordimientos, orgullosos de su bandera.

La marginación de la derecha social
Decía hace años José Javier Esparza (en los tiempos de Rajoy-Soraya) que “sigue habiendo una derecha social, la de verdad, la que está en la calle, con un acentuado sentido de la independencia que, por supuesto, no ahorra las críticas a la derecha oficial, es decir, al PP… toda esa gente que ha creído y aún cree en la unidad nacional de España, en la libertad personal, en la familia, en la propiedad, en el derecho a la vida y en la vigencia de la civilización cristiana. Porque eso es lo que está pasando. Hace sólo seis años, España era un hervidero de inquietud social en el ámbito de la derecha. Las víctimas del terrorismo enarbolaban la dignidad nacional. En Cataluña, Galicia, las Baleares, Valencia y el País Vasco surgían movimientos cívicos que defendían la libertad lingüística… aparecían plataformas que reivindicaban el derecho a la vida… la libertad de enseñanza y la objeción de conciencia a la “Educación para la Ciudadanía” zapateriana, o que defendían la unidad de la nación española. Hoy es fácil decir que eran “cuatro gatos”. Podrá desmentirlo cualquiera que haya estado en las numerosas manifestaciones de aquellos años”.

“Hace seis años pareció, en definitiva, que en España podía nacer una derecha de principios e ideas, una derecha digna de ese nombre. Hoy, seis años después, de todo aquello apenas queda nada… Y lo más importante de todo: quien ha sepultado la efervescencia de la derecha social no ha sido la sectaria izquierda de otrora, sino la derecha política de ahora; un partido, el PP, que fue llevado literalmente en volandas al poder por esa derecha social hoy quebrantada. El desmantelamiento de la derecha mediática sólo es una parte, y quizá no la más importante, de un proceso mayor: el desmantelamiento de la derecha social. Estamos asistiendo a una operación de domesticación sociopolítica que parece concebida para frustrar cualquier rectificación de la deriva que España arrastra desde hace más de treinta años”.

Sigue habiendo una España inasequible a la domesticación
Sigue habiendo una derecha social –y muy extensa- que mantuvo sus principios pese a la deserción del partido que mayoritariamente la representaba. Esa derecha Social ha sido un magma circulante por las catacumbas que tras la traición de Rajoy y la imposición del ideario zapateriano, explotó hace unas semanas en Vista Alegre de la mano de VOX.

 En un sistema partitocrático, como es el nuestro, la orfandad institucional es un trago muy duro. Es muy difícil sobrevivir. Ahora hay dos opciones:

Una, que de verdad la derecha social se aglutine en torno a VOX, sin olvidar a este nuevo PP de Pablo Casado que emerge tras su figura después de años de un PP que frustraba a la derecha social, o al Cs de la resistencia en Cataluña y la defensa de España (que en conjunto es esa síntesis de la que ya habló Pedro Laín Entralgo, “en la que convivan amistosamente Cajal y Juan Belmonte, la herencia de San Ignacio y la estimación de Unamuno, el pensamiento de Santo Tomás y el de Ortega, la teología del padre Arintero y la poesía de Antonio Machado“).

La otra, que el sistema triture, digiera y recicle cualquier disidencia convirtiéndola en detritus marginal, que es lo que pretende Pedro Sánchez y su gobierno okupa apoyado por siniestros poderes económicos, secesionistas y comunistas. Si prevalece esta última alternativa, podremos ir olvidándonos de la supervivencia de España como agente histórico relevante”. Se trata de dejar que venzan los principios y el programa de la progresía, y da lo mismo si viene etiquetada como izquierda, extrema izquierda o centro, o de luchar contra ellos en su terreno, el de las ideas, no el del mercadeo, los cargos y los negocios. “Todo lo demás se queda en mera reacción estéril”.

¿Es anticonstitucional criticar las autonomías?

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¿Es anticonstitucional criticar las autonomías?
Opinión / 29 noviembre, 2018
Ricardo Chamorro
Se está generalizando en los medios de comunicación calificar a VOX como un partido que atenta a la Constitución por reivindicar una reforma constitucional y recuperar competencias hacia un Estado unitario en igualdad para todos los españoles, sin autonomías.

El Estado español es un Estado unitario por definición, lo que no quiere decir centralista, nunca compuesto o federal. Este carácter unitario ya se determino en las Cortes Generales y Extraordinarias de Cádiz en 1812 que ejercieron el poder constituyente originario del pueblo español, las cuales rechazaron frontalmente cualquier asomo de extravagante y extranjerizante federalismo.

El Estado se descentraliza administrativamente a través de entidades autónomas que son las administraciones locales, Diputaciones o Comunidades Autónomas. Estas entidades administrativas sirven al Estado para garantizar derechos a los ciudadanos en igualdad. El desarrollo autonómico en clave antinacional ha sido la clave del fracaso del propio modelo de las autonomías, unido a un descontrol por parte del Estado que en vez de velar por los derechos de los españoles en igualdad ha interpretado la descentralización como un dogma sin pararse a analizar los pros y contras en relación a la cohesión nacional.

VOX con su propuesta fortalece la Constitución, los demás la relativizan

Es curioso que nadie llame partido que atenta a la Constitución al PSOE que en la declaración de Granada, expresamente, pide una reforma de la Constitución hacia un Estado Federal asimétrico, rechazando la propia tradición jurídica constitucional española, así como la actual Constitución y la igualdad entre todos los españoles; o a Cs que va en la misma línea de reforma federal; o a PODEMOS que pide expresamente una reforma hacia un Estado Plurinacional que pretende fulminar la base de nuestra constitución, empezando por todo el Título Preliminar.

Curioso que los medios manipulen de esta forma a los ciudadanos Españoles remarcando que VOX ataca la Constitución olvidando lo anterior. El PP, en cambio, orienta ahora su discurso hacia la recuperación de competencias pero defendiendo las autonomías. ¿Acaso solo puede pedir la Reforma Constitucional la izquierda y que nadie les llame anticonstitucionales?

Qué VOX pida una reforma del Estado de las Autonomías para garantizar la Soberanía Nacional y la igualdad de todos los españoles, contribuye a fortalecer principios básicos de la Constitución en beneficio del pueblo español, precisamente el pueblo español es el sujeto político soberano.

Los partidarios de un Estado sin autonomías marcaron este verano su máximo desde 2014 y volvieron a superar el 21 por ciento en el Barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Si unimos el anterior dato junto a aquellos que quieren menos autonomía y competencias para las CCAA, tendríamos un 30 por ciento de españoles que prefiere un Estado más unitario y en igualdad, que el actual.

En este ultimo CIS el 37,5 por ciento optaría por dejar tal cual el Estado de las Autonomías. Optaría por mas autonomía para las CCAA solo un 14,6 por ciento y por un Estado que concediera el derecho de independencia de las autonomías solo el 9,8 por ciento.

¿Cómo es posible que ante estos datos que reflejan la opinión del pueblo español, el cual es el sujeto político soberano, alguien niegue la posibilidad democrática de proponer una reforma radical del sistema autonómico, mientras se fomentan reformas federales que no representan ni al 15 por ciento del pueblo español?

VOX no pide romper la soberanía o la nación española como pide PODEMOS (artículo 1.2 y 2 CE); VOX no pide acabar con la igualdad de los españoles (artículo 14 CE) como si hace el PSOE con el federalismo asimétrico, beneficiando a las regiones ricas frente a las más pobres, beneficiando fiscalmente a catalanes frente a andaluces.

VOX pide una reforma en beneficio de todo el pueblo español sujeto de la Soberanía Nacional y en beneficio de la Nación Española, fundamento de la propia Constitución, que es muy distinto a lo que les atribuyen para desprestigiarlos.