miércoles, 18 de noviembre de 2015
Islam, Terrorismo y Europa
Islam, Terrorismo y Europa
Por Ricardo Chamorro
Los terribles atentados de Francia vuelven a ser la causa de muchos sesudos análisis sobre las razones de los atentados. No es algo nuevo, el análisis es una constante de hace décadas.
Lo cierto es que las democracias occidentales no logran descifrar, o no quieren reconocer, cual es la razón de que sus propias sociedades tan educadas, laicas y neutras, engendren monstruos como los terroristas de este fin de semana, sin olvidar a la ETA o al chiflado noruego Anders Behring Breivik.
Relativizar el mundo o las civilizaciones no ayuda
La relativización del mundo y su diversidad a través de ideologías neutras o insípidas que pretenden homogeneizar, o poner bajo el mismo rasero todas las culturas a nivel global con fantasmagóricas alianzas de civilizaciones, no ayudan a encontrar la solución.
Las civilizaciones no son iguales, de igual manera que no es lo mismo el "Tam, Tam" que la 9ª Sinfonía de Beethoven.
La filosofía greco-latina, el cristianismo y la ilustración, son fundamentos de Occidente que han conformado nuestra identidad como europeos.
La religión cristiana, que ha sido la base cultural, filosófica y política de Occidente, no es equiparable al Islam ni en evolución, ni en su propia raíz.
La frase "Dad pues al César las cosas que son del César y a Dios las que son de Dios" es impensable en el Islam.
Benedicto XVI es el gran estudioso del binomio de Razón y Fe en la cultura cristiana. En su discurso en Ratisbona el Papa apostaba por el dialogo con el Islam, invitándoles a participar en la "amplitud de la razón". Las diferencias que señalaba Benedicto entre Islam y Cristianismo fueron muy criticadas.
En dicho discurso, se trajo a colación a uno de los últimos emperadores de Bizancio (La Europa oriental que fue posteriormente conquistada por el Islam), Manuel II, que argumentaba ya en el siglo XIV cual era la diferencia entre Cristianismo e Islam:
La violencia está en contraste con la naturaleza de Dios y la naturaleza del alma. "Dios no se complace con la sangre -decía Manuel II-; no actuar según la razón (σὺν λόγω) es contrario a la naturaleza de Dios. La fe es fruto del alma, no del cuerpo. Por tanto, quien quiere llevar a otra persona a la fe necesita la capacidad de hablar bien y de razonar correctamente, y no recurrir a la violencia ni a las amenazas. (...) Para convencer a un alma razonable no hay que recurrir al propio brazo ni a instrumentos contundentes ni a ningún otro medio con el que se pueda amenazar de muerte a una persona.
En esta argumentación contra la conversión mediante la violencia, la afirmación decisiva es: no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios. El editor, Theodore Khoury, comenta: para el emperador, como bizantino educado en la filosofía griega, esta afirmación es evidente. En cambio, para la doctrina musulmana, Dios es absolutamente trascendente. Su voluntad no está vinculada a ninguna de nuestras categorías, ni siquiera a la de la racionalidad. En este contexto Khoury cita una obra del conocido islamista francés R. Arnaldez, quien observa que Ibn Hazm llega a decir que Dios no estaría vinculado ni siquiera por su misma palabra y que nada le obligaría a revelarnos la verdad. Si fuese su voluntad, el hombre debería practicar incluso la idolatría.
Islam y Laicismo Radical
El Islam, en principio, no comprende la separación entre Sociedad Civil y Religión.
El Islam, mientras no se acerque a la razón como ofrecía Benedicto XVI, es una doctrina totalitaria en el sentido político. René Marchand, famoso arabista francés, sostiene que el error es nuestro por considerar el islam como una religión más, cuando en realidad se trata de un credo tan religioso como político.
Los jóvenes de ascendencia argelina nacidos en Francia encuentran en las escuelas públicas francesas un laicismo radical, una ideología insípida y neutra que a fuerza de relativizar todo, e incluso de no reconocer lo propio de la cultura francesa, no dan referentes a los jóvenes escudándose en lo políticamente correcto, no reconocen la diferencia, la niegan, y dan lugar a que los hijos de inmigrantes busquen su propia identidad en el Wahabismo o el Islamismo Radical.
El laicismo radical, al igual que el Islamismo, no admite dialogo entre Razón y Fe, quiere ruptura, por lo que termina siendo también totalitario.
El modelo de asimilación francés inspirado por el Jacobinismo, es el de la asimilación en perjuicio de la integración. Reconoce solo individuos desarraigados y excluye a las comunidades de la vida pública. Produce, en consecuencia, ciudadanos de segunda clase e individuos separados de sus raíces.
El laicismo moderno cuanto más cree luchar contra la exclusión queriendo hacer de los inmigrantes individuos desarraigados "como los demás nacionales", más contribuye al advenimiento de una sociedad donde la rivalidad mimética desemboca en la exclusión y la deshumanización generalizadas.
Un artículo escrito 2012
En marzo de 2012 escribí en El Semanal Digital un artículo denominado "Cuando el asesino francés se llama Mohamed", en relación con el asesinato en Francia de tres niños de un colegio judío y un adulto, además de tres soldados paracaidistas, por Mohamed Merah, donde argumentaba lo siguiente:
"Hoy sabemos que Mohamed Merah es el sospechoso de estos horribles asesinatos, un joven de origen argelino, de nacionalidad francesa, loco de odio hacia la sociedad europea y occidental. Sus declaraciones atestiguan este rechazo hacia la tierra en la que nació, a la que en realidad desprecia y donde se encuentra absolutamente desarraigado. Este asesino tiene un perfil delictivo e ideológico similar a los detenidos como autores del 11M donde murieron casi doscientos españoles.
Parece que ha sido un joven trastornado por el islam victima de las políticas de integración multicultural acomplejada progresista, que no han conseguido la asimilación social a la realidad cultural francesa de inmensas masas de inmigrantes musulmanes, que ante el relativismo manifiesto hacia la propia identidad nacional de ese país han optado tranquilamente por la creación de guetos al margen de esa Francia que desprecian, siendo caldos de cultivo de marginación, desarraigo, fundamentalismo y delincuencia desde hace muchas décadas.
La realidad de esta situación, que ya ha explotado demasiadas veces en Europa, enmascara en si un drama que pocos se atreven a denunciar, una inmigración de masas, consecuencia de los efectos desestabilizadores de la globalización económica, que desarraiga a los emigrantes y causa socialmente estragos en los países receptores y emisores.
Creo que ha llegado el momento en Europa de dejar de relativizar los dramas de la inmigración bajo la hipocresía de los dogmas buenistas, que ignoran reiteradamente una situación problemática desde el punto de vista social comunitario que causa desestabilización y produce monstruos…".
El equilibrio está en nosotros
Creo que la solución no se basa en mitos creados en occidente como la alianza de civilizaciones o el mito de la perfecta convivencia de culturas donde los occidentales terminamos despreciando lo propio por un fin homogeneizador.
No reconocer las raíces cristianas de Europa en la propia Constitución europea o despreciar nuestra propia identidad no ayuda en el dialogo con el otro, ni la defensa de occidente y sus valores, sino todo lo contrario.
Afirmar nuestra identidad así como respetar la diferencia es reconocer posiciones y realidades ante un mundo complicado que se nos viene encima. Seguir relativizando todo, haciendo castillos en el aire, sí que pude ser el origen del desastre.
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