lunes, 28 de diciembre de 2015

España en 500 palabras

 
España en 500 palabras
   
23/11/2015 .    

Hace unos años el Doctor Tamburri (especialista en historia medieval, doctor por la Universidad de Bolonia, licenciado en Historia, Derecho y Ciencias Políticas) redactó una historia de España en 500 palabras, a semejanza de la historia del mundo en 500 palabras de Eugenio D´ors. La publicó en su columna en el diario El Semanal Digital.

Mi gran amigo navarro supo resumir en esas 500 palabras una identidad histórica y humana, la española, que aun  hoy, es discutida por un importante sector de nuestros compatriotas.

Es importante saber la historia de un pueblo y es evidente que cuando sabes quién eres y asumes tu ser, el diálogo con el prójimo es posible. Si no sabes quién eres es difícil dialogar desde la nada y ese diálogo estaría perdido desde el principio.

Ya que aun, en el siglo XXI, está de moda, de manera absurda, despreciar nuestro ser como españoles, quiero traer a esta columna este texto. Para dialogar es necesario saber quién eres.

Historia de España en 500 palabras
Tierras y gentes dispares, aunque quizás remanso occidental de una Última Thule. Tierra de aventura para orientales hasta que Roma trajo luz. Escipión desembarcó, y la Urbe dio nombre y ser a Hispania. Tras larga lucha, España fue una, y con Augusto pueblo, razón y corazón.

A la clara serenidad del Imperio sucedió la zozobra de la decadencia, pero en ella llegó Santiago con la Palabra. Trajano y Arcadio desde lo más alto, Dídimo y Veriniano desde las provincias, opusieron su espada al desorden. De la barbarie germana nació un nuevo orden visigodo. Con Leovigildo, una monarquía; con Recaredo, una Iglesia; con Isidoro, una conciencia. Era ya Patria y no provincia.

Julián y Oppas, eternos traidores, vendieron la independencia y la unidad a invasores siempre ajenos. Del pueblo surgió la respuesta, y en lento despliegue de siglos Pelayo, Alfonso, Sancho, Fernando y Jaime reconquistaron la libertad. Una sola España, Portugal, León, Castilla, Navarra, Aragón, reinos que serán regiones, fueros que forjarán Derecho.

Los Trastámara reconstruyeron el orden gótico de unidad e independencia sobre la hispana variedad. Isabel y Fernando renovaron la esperanza y expulsaron las conciencias extranjeras. Ágiles infantes imperaron en Europa, Colón llevó las velas por doquier, Cortés y Pizarro: para Carlos, un monarca, un Imperio y una espada.

Desde Thomar, Felipe el Grande reinó en toda España, como nunca desde Rodrigo. Mercaderes ingleses y racionales franceses empujaron después la decadencia, amarga pero digna. Una herida se abrió: Portugal, sin dejar de ser, se hizo Estado. El Imperio menguó y reyes capetos medraron. ¿Eran las Luces -progreso, materia, razón, individuo- la solución?

Tras Felipe y sus hijos ningún Borbón ha nacido y permanecido en España. Ésta, y su Corona, fue tratada como privilegio de una familia. Abandonada en el fango de Bayona, la soberanía fue tomada por un pueblo indómito y hecha en Cádiz Nación y Constitución.

¿Había acaso otro camino?
De Cádiz a Cuba y al Ebro, España fue Estado y ya Nación, pero vivió ensimismada. La querella liberal convirtió el Atlántico en foso y excavó trincheras en la conciencia de las gentes. Lejos de mirar al mundo con ambición, los españoles se miraron con odio, en disputa de ideologías contrapuestas.

Durante dos siglos Europa se acostumbró a la ausencia de España. Sembradores de cizaña predicaron secesión en las regiones. Egoísmo en unos, mentiroso odio de patria en otros. División de los espíritus, lucha de clases y miseria moral antes que material: corrupción, dolor, desorden. El Estado perdió la paz y la legitimidad. Media España recogió el poder de la calle y luchó por él contra la otra media. Franco, vencedor en la sangre, impuso el orden y creó nueva riqueza, pero no quiso resolver las grandes cuestiones seculares.

Juan Carlos hizo verdad la previsión de Serrano Súñer, pues España, para seguir siendo, no puede huir de lo que Europa vive, ayer disciplina totalitaria, hoy libertad democrática. Antes que Estado y Nación, un pueblo, una libertad, una Patria; una fecunda variedad en la unidad. Mañana, Dios proveerá.

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