¿El fin de España?
Opinión / 12 septiembre, 2017
Ricardo Chamorro
El delincuente separatista Jordi Pujol afirmó hace años lo siguiente: “Mientras que Cataluña es una nación, España no lo es (…) Decir que España es una nación de naciones es una vaguedad (…) Si Cataluña, Euskadi o Galicia son naciones, es difícil que el Estado que las contiene también lo sea”.
Efectivamente Pujol tenía razón, enfrentado con las estupideces plurinacionales de Pedro Sanchez o Pablo Iglesias, si España es una nación, es imposible que sus regiones también lo sean.
Reconocer las naciones inventadas por el separatismo es afirmar la inexistencia de España, no hay más.
Lo que deberíamos tener meridianamente claro es que se ha hecho un esfuerzo inútil por integrar a los nacionalistas desde hace 40 años, porque los nacionalistas, por la propia naturaleza de su ideología, no son integrables en ningún régimen político que presuponga la existencia de la Nación española y de un Estado español, sea cual sea su forma de organización territorial. Aquellos que piensan que reformar la constitución con prebendas para los sentimientos nacionalistas es la solución al problema están equivocados y avanzan al suicidio nacional español.
La identidad española
La nación española esta indefensa porque no existe una sociedad civil que defienda la identidad de España. Más allá de citar normas y conceptos biempensantes, los resistentes al nacionalismo separatista no cuentan con fuerza real, con armas que aúnen socialmente, con mitos aglutinantes de nuestra propia historia, pues nos han dicho una serie de personajes burócratas e ilustrados que hablar de la historia de la comunidad nacional española es barbarie, que hay que hablar de individuo, de globalización y de multiculturalismo.
Como dijo hace ya muchos años el escritor santanderino Jesús Lainz, “cuando en un enfrentamiento ideológico uno de los bandos puede decir lo que quiera sin limitación alguna mientras que el otro tiene que vigilar cada una de sus palabras, ocultar muchas de las que quisiera decir y disfrazar las que finalmente utiliza, este segundo bando entra en liza con media guerra ya perdida. Esto es lo que les pasa a ciertos defensores de la nación española, que se creen obligados a llenar su discurso de epítetos para no pecar.”
La autodeterminación inminente
Si se llega a la autodeterminación no será por un choque entre nacionalismos, sino por el enfrentamiento directo entre una nación con Estado (España) pero sin un movimiento popular activo que la defienda, gobernada por políticos profesionales, y un nacionalismo totalitario (separatismos), carente de cimientos objetivos allí donde los ha buscado, pero extremadamente eficaz en el control y movilización duradera de una sociedad.
Autodeterminación e independencia son un camino irreversible: de poco nos va a servir recordar, como es cierto, que el nacionalismo catalán carece de bases reales en la historia, la etnia, la cultura… semejante discurso académico carece de utilidad frente a un movimiento social totalitario y frente a una militancia impregnada de mitos, no por falsos menos efectivos.
En el momento actual, además del cumplimiento de la Ley, la actuación policial, la represión de los golpistas, la posible reforma de la Constitución para cerrar el descontrol autonómico, deberíamos ofrecer una patria atractiva a esa masa de españoles que ahora no quieren serlo, y esto exige un proyecto a medio plazo que apele a los intereses, a la educación y sobre todo al sentimiento y la voluntad colectiva de esa parte de España que está incómoda en la España que nos ha tocado vivir.
¿Seremos capaces de hacerlo? Difícil
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