jueves, 9 de enero de 2014
Textos de Antonio Maura
"Yo no creo, que los partidos sean un mal. Lo que yo deploro es que no existan. Pero todavía peor que el que no existan es simular que existen y sobre una simulación fundar un Gobierno y toda la suerte de un país..."
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«Porque en España, no hay una organización histórica y social, sobre la cual pueda organizarse el Poder. Porque aquí no hay gerarquías sociales; aquí ni sacerdocio, ni milicia, ni aristocracia, ni categoría alguna social lleva iniciada en su ser participación alguna en las funciones públicas, ni en la soberanía: la sociedad española es la más llana, más igual, menos articulada, con menos nervaduras naturales que hay en Europa; y cualquier régimen, cualquier organización de los Poderes, sobre la llanura ha de imperar, en el estado llano se ha de apoyar, a las multitudes niveladas ha de regir.,.
«España es una nación, en la cual desde Cisneros acá no se ha hecho más que preparar la democracia; España llegó a fines del siglo xviii sin una organización social de clases; España inició el siglo xix con una lucha en la cual la Monarquía y la nobleza estaban emigradas, y afrancesada la oligarquía intelectual,. y fué el estado llano, la masa popular la que reivindicó la independencia nacional y volvió a afirmar que España era una personalidad en la Historia, indestructible e inviolable. Durante el siglo xix dos veces se ha litigado en tremendas guerras la causa de la Monarquía patrimonial y del absolutismo, y, por raro contraste, los partidarios del absolutismo, o mejor dicho, los encargados de defenderle eran masa popular, eran multitud, vulgo, cuarto estado, con una contradicción que explica ante la Historia por qué no pudieron triunfar, ni aun con el aniquilamiento del Poder...
«No hay más que pueblo. En el pueblo hay que fundar todo lo que en España sirva para administrar y gobernar, y es utópico pensar aquí en la existencia de instituciones políticas que no estriben en el sufragio popular, que no se basen en todo cuanto
informa, dirige y disciplina la voluntad popular... Las tres cuartas partes del siglo último se emplearon en guerras, en trastornos, en inmensos sacrificios, en
reacciones y avances: todo ello para llegar a escribir en las leyes las fórmulas jurídicas de una democracia que unánimemente estaba proclamada, dijéranlo o no las leyes, en la conciencia de todos como la única forma posible para el gobierno de España»
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«Muchos creen sinceramente, y me lo han manifestado muchas veces, que es una ilusión, que es un sueño — por cortesía no dicen que es una necedad — pensar que habrá nunca en España ciudadanía y verdadera vida política, confesable y respirable. Y yo me pregunto: pero ¿es que el pueblo español tiene alguna lacra, algún estigma por los cuales aquí no sea verdad lo que es verdad en todas partes?»
«la energía, el desinterés, el civismo, el patriotismo». — «Lo que a mí me maravilla no es lo que falta. Lo que me asombra es lo que todavía queda de disposición en el pueblo español para la vida ciudadana».
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«Como es menester despertar a la opinión dormida, a la opinión desviada, a la opinión descreída y recelosa, hay un error que está muy en boga y que acaso sea lo más íntimo y transcendental del pensamiento del Sr. Cánovas del Castillo: el error de que las reformas que lastiman intereses colectivos, clases respetables, fuerzas del Estado se han de mirar con mucha circunspección y que no se puede tocar a estas cosas... Si no se da con obras a la opinión algo de lo que pide, si no vé que se la lleva por buen camino, no es fácil que se la despierte, ni se la atraiga por los organismos políticos que engendran los partidos. Por esto yo creo que algo de violencia necesitan las reformas: se trata de una operación de cirugía, y cuando de operar se trata el cirujano no va quitando el miembro muerto o corrompido parte por parte, sino que de una vez lo corta por donde es necesario»
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«Gobernar no es despachar los expedientes y ver pasar y caer las hojas del calendario; gobernar no es desear las cosas buenas, y a la menor resistencia abandonarlas; gobernar no es escuchar el ruido de la calle para seguir todos los himnos y todas las marchas; gobernar es tener un concepto perfectamente claro de lo que se persigue y una voluntad firmísima de llegar a lo que se quiere, al punto de hacer la existencia ministerial solidaria de la obra que se va a realizar...»
«No puede perpetuarse esa política encubierta de prudencia que consiste en no hacer nada. Luchar es vivir, y, para hacer el bien, hay que combatir el mal, sin que importe ser vencido, porque, al día siguiente, el vencido será vencedor en la opinión. En todo caSO, siempre es preferible el fracaso a la deshonra, a la deshonra que cae sobre quienes transijen por imposición, o por miedo...»
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«Dice el señor ministro de la Gobernación (Don Segismundo Moret) que le haré la justicia y haré a los demás la justicia de reconocer que todos gobier- nan con la misma enseña de hacer lo que se pueda. Si S. S. quiere salvar las intenciones personales estamos conformes; pero no, un NO con mayúscula, si se refiere al sistema político que representa el señor Sagasta y al que está unido S. S. Porque el sistema del señor Sagasta, la convicción del señor Sagasta (y no está solo) ha sido constantemente que en el Gobierno se debe hacer lo que se pueda con tal de que no se descontente a nadie, que no haya vencedores 7ii vencidos, que no haya resistencias,retrocediendo en el camino a la primera dificultad... Y como esta es la manera que tiene el señor Sagasta de entender sus deberes y de servir al país y yo he sostenido siempre y sostengo que el mal tiene que estar siempre vencido y que el Gobierno tiene la obligación de luchar contra el mal, estamos enfrente el señor Sagasta y yo desde hace mucho tiempo».
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«Desde el momento en que un partido no está sostenido por la esperanza y la fe en determinadas ideas, principios y soluciones es una simple congregación de los amigos, de los leales, de los agradecidos, o de los caciques, entre los cuales no queda más que una de estas dos relaciones: o el afecto personal, o el interés de la dominación. Y desde ese momento nace la pugna entre el pueblo y el Gobierno, porque el Gobierno sale del partido y sale, en ausencia del pueblo, contra el pueblo...»
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«Nunca hemos desconocido, ni ocultado, los inconvenientes de la realidad actual. Lo que hay es que nosotros, enfrente de esa realidad, no pensamos en el suicidio, sino que creemos en la inmortalidad de la patria; creemos que se ha visto en situaciones peores, y en ello vemos un rayo de luz para tomar alientos... Gobernar es dirigir; gobernar es tener voluntad en sí mismo; gobernar es esperar e infundir aliento en los demás, y llevar la fuerza tras de sí; y ¿cómo ha de hacer eso el señor presidente del Consejo de ministros, si da frió oirle y espanto leerle?...»
«¿Quién es el Gobierno? — preguntaba en las Cortes, al medir las proporciones de aquel empeño. — El Gobierno es un partido político. ¿Y cómo están hoy los partidos políticos en la nación española? ¿Qué engranaje, ni qué conexiones tienen con el pueblo español nuestros partidos políticos?... Seamos francos: los partidos no tienen hoy influencia alguna. Todos están enmedio de la sociedad española como esas familias allegadizas debajo del almez de la plaza pública del pueblo, que cuando tienden la alfombra y se ponen a hacer volatines (Risas) se les consiente que estén allí, que hagan su oficio: los aldeanos pasan, tal vez sonríen, pasan y van a sus haciendas...»
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"Uno de los primeros y más importantes orígenes del mal que aqueja a la patria consiste en el indiferentismo de la clase neutra. Yo no sé si su egoísmo es legítimo, aunque sí sobran causas históricas para explicarlo. Lo que digo es que no se ha hecho un ensayo para llamarlos con obras, que es el único lenguaje a que ellos pueden responder; llamarlos con obras'vibrantes, para despertarlos y conmoverlos, para arrancarlos de su inacción y de su egoísmo, para 1902 estalló en Barcelona. Era la primer huelga general que se registraba en el mundo, a lo menos en población importante, y a todos sorprendió la unanimidad del acuerdo y la admirable disciplina en que los obreros se mantuvieron durante los días que duró el paro. El Gobierno liberal suspendió las garantías constitucionales, pero no pudo evitar que por parte de los huelguistas se cometieran desmanes, reprimidos sangrientamente. De la gravedad e importancia que tuvieron los sucesos, da idea el rumor que corrió por toda España, según el cual los cónsules extranjeros, con residencia en Barcelona, no considerándose bien resguardados en su vida e intereses, hubieron de reunirse para pedir a sus respectivos gobiernos el envío de auxilios. traerlos por fuerza a la vida pública. Por eso he dicho y repito que España entera necesita una revolución
en el Gobierno y que, si no se hace desde el Gobierno, un trastorno formidable la hará; porque yo llamo revolución a eso, a las reformas hechas por el Gobierno radicalmente, rápidamente, brutalmente; tan brutalmente que baste para que los que estén distraídos se enteren, para que nadie pueda ser indiferente y tengan que pelear hasta aquellos mismos que asisten con resolución de permanecer alejados...
«Muchas veces hemos reclamado esa acción vigorosa desde las alturas, y hemos dicho que no se debía demorar; pero siempre se nos ha contestado que el tiempo no respeta las obras en que él no colabora y ahora veis que lo que menos teníamos era tiempo, porque ahora se han acumulado todas las dificultades.
«Se nos hablaba también de la prudencia, que es, en efecto, grande y excelsa virtud, pero cuyo manto usurpa a veces la pusilanimidad para sus tratos incestuosos con el egoísmo; se nos hablaba de que la debilidad del Poder no consiente ciertas empresas, y yo respondía que en el gobernar la acción da la fuerza, la quietud es la debilidad y la decadencia; que cuantas más dificultades se acometan, teniendo razón, se tiene más fuerza, y que otra cosa no era gobernar, sino estar en el Gobierno, como decía un ilustre estadista...»
«No; más que nunca es ahora necesario restablecer aquella ya casi olvidada, de tiempo que ha que fué perdida, confianza entre gobernantes y gobernados; y ya no hay más que un camino, que es la revolución audaz, la revolución temeraria desde el Gobierno, porque la temeridad es, no obra de nuestro albedrío, sino imposición histórica de los ágenos desaciertos.
Nunca habría sido fácil la revolución desde el Gobierno, nunca habría sido recomendable, si hubiera podido dividirse la facultad y esparcirse la obra en el curso del tiempo; pero cada día que pasa, desde 1898, es mucho más escabrosa, mucho más difícil, y el éxito feliz mucho más incierto; y no está lejano el día en que ya no quede ni ese remedio...»
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