lunes, 24 de octubre de 2016

La tergiversación de la historia y el fin de la derecha

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La tergiversación de la historia y el fin de la derecha

25/07/2016 . 
Desde los gobiernos de José Luis Rodriguez Zapatero la evolución política de España se dirige inexorablemente hacia la destrucción de la derecha como opción política legitima. Una de las armas más efectivas para la destrucción de la derecha, cuya máxima referencia política es el Partido Popular, es la promulgación de la Ley de Memoria Histórica durante el gobierno de Zapatero.

El que escribe esto nació en 1977, es decir dos años después de la muerte del General Franco, no obstante me gusta la historia y la estudio con pasión.

Quien pretende determinar la historia por Ley, es que tiene una concepción totalitaria de la misma como herramienta de ingenieria social o ideológica. La historia no es estática, excepto en los Estados sin libertad, y siempre debe estar sometida a la libertad de investigación, al debate, a nuevos descubrimientos.

George Orwell describe en una cita a mitad del siglo pasado, de manera perfecta, a lo que me refiero:

“Ya de joven me había fijado en que ningún periódico cuenta nunca con fidelidad cómo suceden las cosas, pero en España vi por primera vez noticias de prensa que no tenían ninguna relación con los hechos, ni siquiera la relación que se presupone en una mentira corriente. (...) En realidad vi que la historia se estaba escribiendo no desde el punto de vista de lo que había ocurrido, sino desde el punto de vista de lo que tenía que haber ocurrido según las distintas “líneas de partido”. (...) Estas cosas me parecen aterradoras, porque me hacen creer que incluso la idea de verdad objetiva está desapareciendo del mundo. A fin de cuentas, es muy probable que estas mentiras, o en cualquier caso otras equivalentes, pasen a la historia”.


¿Quién hizo la transición española?

La gran mayoría en España tenían claro en los años 80 y 90, que la transición española, se produjo desde el realismo político, la reconciliación con los exiguos actores del exilio, y el respeto mutuo a un pasado que garantizaba el futuro de convivencia pacífica y democrática, auspiciado por la legitimidad de origen de quien detentaba el poder para hacerlo, desde el propio régimen, “de la ley a la ley”.

Prácticamente todos los actores fundamentales de la transición provienen del régimen de Franco. Empezando por el jefe del Estado Juan Carlos I.

En el centro derecha UCD-AP, desde Adolfo Suárez, Torcuato Fernández Miranda, Manuel Fraga Iribarne, Rodolfo Martin Villa… Una gran mayoría de actores liberal-conservadores, demócrata-cristianos, tecnócratas e incluso social-demócratas moderados de derechas, provenían del régimen franquista  y fueron los fundadores de los partidos AP o UCD.

En el centro izquierda, representado por el PSOE, muchos actores y referencias provenían de familias del régimen o del régimen mismo, a través de las instituciones del Estado, los sindicatos verticales influidos por Falange o el asociacionismo fomentado a través del aperturismo de los años 60 y 70. Desde Juan Luis Cebrián a Griñán, pasando por Fernández de la Vega, así como innumerables referencias intelectuales que se pasaron a la socialdemocracia como Pedro Laín Entralgo, Dionisio Ridruejo, Joaquín Ruiz-Giménez, Jaime Vicens i Vives, Gonzalo Torrente Ballester, José María Llanos, Antonio Tovar, José María de Areilza, José María Castellet, Alfonso Sastre o el menor de esta generación, Eduardo Haro Tecglen.

Lo cierto es que la mayoría política aceptó la transición hacia el futuro, siendo conscientes de donde provenían, incluyendo los partidos nacionalistas moderados del País Vasco o Cataluña cuya masa mayoritaria de cuadros, militantes y afiliados también provenían de familias burguesas del régimen. 

La excepción era la masa militante del PCE, pues a pesar de que sus cuadros históricos como Santiago Carrillo o la Pasionaria aceptaron la transición, dicha aceptación fue tomada por la militancia como una postura intermedia para la legalización del PCE y la vuelta a España de los viejos exiliados. Los militantes del PCE en ningún caso renunciaron a la revancha o el cuestionamiento de una transición dirigida, según ellos, por aquellos que les habían vencido en la guerra civil. De igual manera el separatismo radical, nacido en muchas ocasiones al calor del propio PCE, nunca acepto la transición.


De la reconciliación a la venganza

La transición llevó por bandera la reconciliación de las dos España, algo que se trató de llevar a cabo, de manera fallida, por el régimen anterior pero que la transición posibilitaba con el cambio democrático y con los nuevos actores.

De la reconciliación de las dos Españas se ha pasado, 40 años después de la muerte de Franco, a la criminalización de uno de los dos bandos por decreto, al igual que anteriormente por decreto se llevó a cabo una causa general contra los enemigos del anterior régimen.

Creo que nadie jamás, en su sano juicio, se podría negar a que los familiares de un fallecido, de un bando o de otro, den digna sepultura a sus seres queridos, pero eso es distinto a la utilización política interesada que se está haciendo en la actualidad de esta ley de memoria histórica que ahonda en la división entre españoles. Es normal que ideologías que se basan en la lucha de clases, la lucha de sexos o la confrontación social en general, con fines revolucionarios, utilicen esta Ley para sus propios fines, lo que no es normal es que no tengan nadie en frente.

La Ley de Memoria Histórica está siendo agitada por la izquierda radical más populista, cambiando cientos de calles, olvidando a las víctimas de uno de los bandos mientras ensalza a otras, marginando a los historiadores que discrepan con el discurso oficial y todo ello ante la pasividad y la paralización de un PP que si no reacciona puede ver pronto ilegalizado o vilipendiado a su propio fundador Manuel Fraga como ya lo ha sido Carlos Arias Navarro, que fue también militante de AP y se presento al Senado por este partido compartiendo mítines con Manuel Fraga. 

Como siempre he escrito, si el centro derecha no opera en el ámbito socio cultural político centrándose sólo en lo económico y tecnocrático, la sociedad terminara girando hacia la izquierda completamente y será cada vez más difícil recuperar terreno con el discurso del caos y del miedo.

La preexistencia de un substrato cultural diferenciado y de una comunidad que lo haga suyo es necesario y fundamental para el desarrollo de una opción política viable.

Sin lucha cultural o social, en todos los terrenos por parte de la derecha, la izquierda gana. La historia cuando es usada por arma arrojadiza política debe tener su respuesta, sin estridencias ni verbenas, basada en la objetividad y el estudio.

Dejar ese terreno yermo producirá a largo plazo la perdida de todos los demás terrenos sin posibilidad de reversión.

La Ley de Memoria Histórica debería ser derogada por su utilización sectaria y maniquea, si no se deroga al menos habría que responder ante tanto despropósito.

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