lunes, 24 de octubre de 2016
Partitocracia e investidura
Partitocracia e investidura
06/09/2016 .
Lo que estamos viviendo en España, con un gobierno en funciones desde hace 10 meses, es la muestra más objetiva de lo que es la partitocracia llevada al extremo.
Gustavo Bueno, gran filósofo recientemente fallecido, definía la partitocracia como “una deformación sistemática de la democracia. Cada partido tiene sistemáticamente que atacar al otro".
De otra manera Gonzalo Fernández de la Mora, uno de los fundadores de AP que luego marchó tras ser elegido diputado por Pontevedra, autor de cabecera de Mariano Rajoy en su juventud, decía que "la partitocracia es aquella forma de Estado en que las oligarquías partidistas asumen la soberanía efectiva". Gonzalo Fernández de la Mora salió de AP por sus diferencias en relación a la redacción de la Constitución Española en cuanto al sistema de partidos propugnado en dicho texto, que consideraba degeneraría en partitocracia liberticida, y también por su oposición al sistema autonómico que consideraba que atentaría contra la unidad del Estado y la racionalización del gasto.
Errores del sistema
El sistema promovido en la transición española pretendía fomentar el bipartidismo y el poder de las cúpulas de los partidos, todo ello para facilitar la estabilidad del sistema y de las organizaciones políticas posfranquistas. La falta de cultura democrática de España llevó a unos legisladores excesivamente conservadores, para que el sistema no fracasara y dar continuidad a la estabilidad social y económica que mantenía el régimen anterior desde finales de los 50, a obviar aspectos que consideraron secundarios, o que consideraban que se desarrollarían posteriormente, como la democratización de los partidos, la importancia de la representación política, la prohibición de la disciplina de partido, el voto secreto, listas abiertas, fiscalización de la clase política…
En un sistema partitocrático el principio democrático representativo por el cual los parlamentarios están ostentando el interés de los votantes a través de un programa o circunscripción territorial, no existe, pues lo importante en la partitocracia es el interés del partido, de la cúpula, de una facción del partido o de un interés personal.
España es, teóricamente, una democracia parlamentaria y no una democracia presidencialista. El que gobierna es el que logra mayoría parlamentaria, el problema es que para lograr esa mayoría parlamentaria los parlamentarios no tienen libertad de voto y están sometidos al partido, de tal manera que los cientos de representantes que tenemos en el Congreso son inútiles, lo importante es el porcentaje que tiene cada grupo para configurar mayorías.
Por lo tanto ser el partido más votado no es sinónimo de gobernar y además la falta de libertad de los parlamentarios en relación a su partido hace difícil llegar a la mayoría en situaciones como la que vivimos hoy en el Congreso de los Diputados, por mucho que se presente un programa de gobierno que objetivamente interese a los ciudadanos los parlamentarios votaran lo que les dicte su partido.
Es muy difícil que ninguno de los 180 parlamentarios que han votado en contra de Rajoy no hayan visto en las medidas de gobierno de PP-Cs aspectos viables o positivos para producir una simple abstención, pero nadie se enfrentara a la disciplina de partido, a la dictadura partitocratica, pues saben que les fulminarían. Que se lo digan a los diputados del PP que se opusieron públicamente a la legislación del aborto en la última legislatura, en las nuevas listas no hay ni rastro de ellos.
Por todo lo anterior, por la falta de libertad de nuestros parlamentarios, por la dictadura de las cúpulas de los partidos, por la falta de voto secreto, por la falta de representación debida, por la falta de defensa del interés de los votantes, posiblemente nos encontremos en Navidad votando en unas nuevas elecciones.
Para más inri cada elección nos cuesta de media unos 130,2 millones de euros de gasto público, a lo que hay que sumar las subvenciones y los sueldos de diputados y senadores que siguen cobrando pase lo que pase. Según calculó hace unos días el diario La Razón, unas terceras elecciones acumularían un gasto anual en elecciones de 544 millones de euros, en un país aun en crisis y con millones de parados.
Así que ya sabemos lo que hay, los mimbres que tenemos y la responsabilidad de nuestros políticos.
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