miércoles, 23 de enero de 2013

Arde Londres, caos en Europa

 
EL SEMANA DIGITAL

13 de agosto de 2011  

EN TIERRA DE CABALLEROS

Arde Londres, caos en Europa


Los últimos acontecimientos ocurridos en España y Europa son dignos de ser analizados desde una óptica sociológica y política que nos ayude a poner soluciones a los problemas que se avecinan


El analizar siempre los problemas sociales desde un punto de vista material o económico es muy problemático, pues cuando ocurren desastres financieros las sociedades desestructuradas comunitariamente no tienen dónde agarrarse y son capaces de producir desastres históricos impredecibles.

Estamos tan imbuidos por el lenguaje de la modernidad que solo hablamos de formulas económicas, clases sociales, trabajo, producción, índice Ibex, distribución, prosperidad, bienestar… No somos capaces de vislumbrar que nuestra sociedad y los individuos que la formamos, deberíamos estructurar nuestro ideal de vida en una serie de valores superiores, sociales, políticos o espirituales donde los anteriores queden en un plano de subordinación clara como medio para la consecución de estos fines superiores.

Muchas visiones pura y extremadamente materialistas de nuestra sociedad, producen distorsiones que dan lugar a aberraciones sociales o individuales como el caso del tarado de Noruega. Breivick, hijo de una educación extremadamente progresista (sus dos padres, divorciados, pertenecientes ambos al partido socialista-laborista Noruego), materialista extremo, ha transitado por un sinfín de experiencias para estimular su desorden de identidad interior, desde masón a ultra cristiano-protestante, desembocando en el desastre. Las sociedades son, salvando las distancias, similares a las personas en sus afecciones.

El psiquiatra Enrique Rojas describe al hombre moderno perfectamente en su libro El Hombre light: "Un ser humano hedonista, permisivo, consumista y centrado en el relativismo tiene mal pronóstico. Padece una especie de melancolía new look: acordeón de experiencias apáticas. Vive rebajado a nivel de objeto, manipulado, dirigido y tiranizado por estímulos deslumbrantes, pero que no acaban de llenarlo, de hacerlo más feliz. Su paisaje interior está transitado por una mezcla de frialdad impasible, de neutralidad sin compromiso y, a la vez, de curiosidad y tolerancia ilimitada. Este es el denominado hombre cool, a quien no le preocupa la justicia, ni los viejos temas de los existencialistas (Soren Kierkegaard, Martin Heidegger, Jean Paul Sartre, Albert Camus...), ni los problemas sociales ni los grandes temas del pensamiento (la libertad, la verdad, el sufrimiento...). Ya no lee el Ulises de James Joyce, ni En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, ni las novelas de Hermann Hesse".

De manera similar el movimiento de indignados, siendo una reacción en principio esperada y comprendida, ha evolucionado, desde sus primeros impulsos, a transformarse en un movimiento nihilista que no sabe a dónde va, y que esgrime los mismos dogmas radicales del "hombre light" que nos han llevado al desastre. Su última ocurrencia es hacer una asentada en Madrid contra la visita del Papa, precisamente frente a un hospital de enfermos neurológicos que gestiona la iglesia dando un servicio a la comunidad impagable. Por otra parte son incapaces de comprender, en su anticlericalismo fanático, que el catolicismo en Europa ha abogado históricamente por la eliminación de la usura, la especulación, criticando doctrinalmente los excesos del mercado hacia un orden social justo.

Otro hecho preocupante, fuera de nuestras fronteras, son las distintas revueltas que se están produciendo en Gran Bretaña. La crisis ha hecho ver claramente que la multiculturalidad y la endeblez de las concepciones progresistas hacia sus propias comunidades nacionales son un problema larvado y disimulado a base de salarios y subsidios dinerarios.

Cuando se cierra el grifo de las subvenciones se produce el caos en las barriadas de masas obreras pobladas de inmigrantes con mínima intención de integración. La llamada de Europa a la inmigración ha sido únicamente de invitación a la sociedad de bienestar, en el sentido económico, pero nadie ha hablado de integración o identificación con una sociedad portadora y exportadora de una cultura de miles de años como la europea. Nuestros propios políticos han abogado por una concepción endeble y neutra de la propia Europa, negando la sola mención de los orígenes culturales cristianos en su propia constitución. Que decir de España donde para el propio presidente la nación española es un "concepto discutido y discutible".

Ante una situación caótica, desde el punto de vista económico y ante un ambiente político degradado como el que sufre Europa, es necesario que los mensajes sean concisos y expresados por líderes firmes que hablen de valores y que nos nos mareen con fórmulas, cifras y lenguaje proletarizado. Las formulas y las economías, como podemos ver estos días, son endebles, mientras la fuerza de la sociedad civil sana, basada en valores que la cimienten, puede superar cualquier crisis que se le ponga por delante, lo contrario dará lugar al mismo caos que se anuncia en las barriadas inglesas o francesas y la ruina de Europa, en todos los sentidos, estará más cerca.

Como dijo el alcalde de una ciudad clave en la cultura de Europa, Roma: "Se es viejo si nos lamentamos mirando al pasado, pero también si se pierde la esperanza y se cede a la homologación. Se es nuevo y victorioso si se asume el riesgo de expresar la propia identidad de modo creativo, abierto y dinámico."

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