lunes, 29 de abril de 2013

No son necesarios capitanes de navío sino hacer cumplir la Constitución

 
EL COMENTARIO     RICARDO CHAMORRO
COLABORACIÓN
EL DIGITAL CASTILLA LA MANCHA

No son necesarios capitanes de navío sino hacer cumplir la Constitución
   
18/10/2012 .    
Esta semana se ha celebrado el concurso "¿Qué es un Rey para ti?". Una niña catalana participante definió en su redacción al Rey "como el capitán de un barco que tiene que encargarse de que los marineros estén unidos" y que "lo peor que puede pasar" en la tormenta es que "a los marineros les dé por separarse".

Es ciertamente bonito el símil del Rey como capitán de barco y ojalá que la unidad de España nunca se fracture, pero lo cierto es que lo que dice la niña es ajeno a la realidad jurídica que en nuestra Constitución se consagra en cuanto a funciones del Rey. A pesar del escrupuloso respeto que me merece el Rey he de decir que la Corona carece, constitucionalmente, de cualquier potestad efectiva, el puesto de Rey no es un cargo público representativo ni una función pública de los regulados en el art. 23 de la Constitución, es simplemente una figura simbólica de la nación española y su unidad, un símbolo al igual que el himno o la bandera (tesis subrayada por el Doctor Enrique Belda en su libro "El poder del Rey, alcance constitucional efectivo de las atribuciones de la Corona").

La Corona, por lo tanto, no puede actuar al margen de la Constitución y sus poderes son ninguno. Quien sería el verdadero capitán del barco, constitucionalmente hablando, es el pueblo español donde reside la soberanía nacional, no reconociendo soberanías superiores ni inferiores. ¿Quien representa al pueblo y su soberanía? El Parlamento y el presidente del Gobierno que tiene la confianza de la mayoría de ese pueblo.

Por ello las declaraciones públicas de la Corona en relación a la necesidad de "relajar la tensión con Cataluña" hablando de unos y otros como si el gobierno fuera corresponsable del desafío separatista, la enmienda a Aznar espetando que "hablando se entiende la gente" o la supuesta reprimenda a Rajoy sobre las declaraciones del ministro Wert, rayarían extralimitaciones de las nulas atribuciones a la Corona en este sentido. Los mensajes regios, en todo caso, se deberían sustentar en el sentir de la inmensa mayoría de los ciudadanos, en consenso con el gobierno elegido por mayoría del pueblo, para así no perder de vista su triple función de símbolo, árbitro y moderador.

El Rey ciertamente es árbitro pero dentro de las reglas del juego constitucionales, es decir no debería ser árbitro entre los constitucionalistas y los que niegan la Constitución o el imperio de la ley tratando de colocarse en una posición equidistante por encima de ambos, pues sus funciones se enmarcan en un plano jurídico Constitucional perfectamente definido fuera del cual se estaría extralimitando.

La Corona por lo tanto debe actuar ante la tensión creada en Cataluña por el separatismo escrupulosamente en defensa de la legalidad vigente consagrada en la Constitución. El Rey representa a todos los españoles, como la bandera y el himno, y su poder le viene del pueblo español, por lo que cualquiera que atente contra la Constitución y la soberanía nacional atenta contra el Rey.

La gran mayoría de los españoles, incluidos vascos y catalanes, refrendaron libremente nuestra Constitución, que determinadas ideologías que han llevado a cabo una labor de ingeniería social e incluso étnica en estas regiones, transformándolas por completo, pretendan hoy destruir nuestra nación forma parte de lo previsible, pero que los poderes públicos españoles traten de amoldarse al separatismo retorciendo las instituciones de todos para subvencionar una diferenciación, asimetría o desigualdad de facto entre españoles sería una ignominia.

Quien niega la nación española nunca podrá encontrar encaje en España pues su fin es resquebrajar la soberanía nacional, las fórmulas de Estado Libre Asociado o el federalismo asimétrico que nacionalistas e izquierda proponen, rompen esa soberanía e igualdad que consagra nuestra carta magna. Para cambiar el sistema sería necesaria una reforma constitucional cuyos cauces están definidos y no admiten alternativas.

No caben ya atajos ni oportunismos sino defender sin ambages la Constitución y la nación Española, nuestra libertad está en juego, la verbena ha terminado, las cartas están boca arriba.

www.twitter.com/rchamode  

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